El enfermo estómago de la planta: el suelo y su recuperación
“Lo esencial es invisible a los ojos”, decía el zorro al Principito en la novela de Antoine de Saint-Exupéry. Aplicado al mundo de la agricultura, no podría haber dicho nada más cierto, porque donde se juega buena parte del éxito de las cosechas no es en la acción directa sobre los cultivos, en las condiciones climáticas o en la maquinaria empleada para el campo. La clave está en el suelo. Por debajo de nuestros pies, donde se hunden y expanden las raíces, se encuentra el verdadero estómago de las plantas. En este ecosistema, lejos de la luz, se desarrolla una relación compleja y necesaria entre plantas y millones de microorganismos que establecen relaciones de equilibrio, simbióticas, que les permiten mantenerse los unos a los otros y defenderse mutuamente de amenazas.
Las superficies de cultivo pueden parecer solo tierra abonada, pero no hay nada más lejos de esa imagen. La agricultura intensiva, a lo largo de las últimas décadas, ha permitido extender las hectáreas de cosechas en todo el mundo y optimizar al máximo la producción de los terrenos para alimentar a una población en constante crecimiento. ¿El coste? A menudo, es el agotamiento del suelo, su sobreexplotación y su incapacidad para recuperarse de la forma adecuada. ¿Las consecuencias? Más dependencia de productos químicos, menos calidad de los alimentos y la necesidad de buscar nuevas tierras para mantener el modelo cuando las anteriores ya no son capaces de producir. Sobra decir que nada de esto es sostenible a medio y largo plazo.
Suelos agotados
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recordaba en 2015 que más del 33% de la tierra estaba “moderada o altamente degradada” por la erosión, la compactación de los terrenos, la salinización del suelo y su acidificación, y por la contaminación de productos químicos. El informe “Soil Pollution: A Hidden Reality” va más allá. No solo destaca los agroquímicos como una de las principales fuentes de contaminación del suelo, sino que detalla cómo los pesticidas no orgánicos, el excesivo uso de fertilizantes, el mal tratamiento de los residuos animales e incluso el regadío con agua de baja calidad están afectando negativamente al suelo. Mal negocio.
Los pesticidas no orgánicos, el excesivo uso de fertilizantes, el mal tratamiento de los residuos animales e incluso el regadío con agua de baja calidad afectan negativamente al suelo
Imagina el siguiente escenario. Para cultivar grandes superficies, como sucede en el caso de plantaciones de soja o maíz, utilizamos maquinaria pesada con la que optimizar los tiempos y los recursos disponibles. Esta maquinaria compacta los terrenos, reduciendo el aire bajo el suelo e impidiendo que las raíces se expandan. Asimismo, microorganismos y organismos saludables tienen más difícil desarrollarse y asociarse a la base de las plantas. Sin dicha simbiosis, en la que probióticos beneficiosos como ciertos hongos establecen una relación de intercambio (agua y nutrientes a cambio de hidratos de carbono y vitaminas), es difícil protegerse contra microbios peligrosos y estimular el sistema inmunitario de las plantas. Y sin esa acción natural, se suele recurrir a los pesticidas de síntesis química para cubrir las carencias de los cultivos. La espiral no se detiene.
Estimular el suelo con soluciones naturales
Hay solución a buena parte de esta cadena, pero no a costa de seguir dejando exhaustos los suelos, sino beneficiando su recuperación y estimulando los microorganismos probióticos. El objetivo es establecer esos vínculos positivos que tienen, como consecuencia indirecta, un crecimiento más saludable de las plantas, más productividad y ausencia de residuos químicos que como resultado final mejoran la calidad de los alimentos con un mayor valor nutricional. Si en vez de actuar directamente sobre el cultivo lo hacemos sobre su estómago, sobre la biota natural de la planta, podemos lograr una doble acción. Por una parte, estimular con prebióticos los microorganismos para que liberen nutrientes directamente a las raíces. Por otra, evitar el uso de productos de síntesis química para que no dejen residuos en el suelo ni se transfieran a los frutos.
Podemos beneficiar la recuperación del suelo estimulando los microorganismos probióticos
Buena parte del trabajo de Kimitec está enfocado en esa dirección. No solo trabajamos en el desarrollo de biopesticidas que permitan proteger los cultivos de forma natural, sin restos químicos, sino que hacemos hincapié en la protección y regeneración del suelo mediante fertilizantes naturales, evitando introducir microorganismos ajenos al territorio, estimulando en su lugar los que forman parte del microbiota local y que más y mejor pueden aportar a las plantas.
Recuperar el suelo es una tarea de todos, no solo de los agricultores. Es necesario que fomentemos prácticas de producción, distribución y consumo que resulten en una mejor regeneración de los terrenos. Sin esto, seguiremos abocados a una destrucción progresiva de las superficies de cultivo en un contexto de crecimiento de la población que seguirá demandando más alimentos. Y para que estos sean saludables, es mejor conquistar a la planta por el estómago.