Tecnología para una producción agrícola natural

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No podemos ignorar el papel del ser humano en el devenir de los acontecimientos del planeta. Como especie, hemos ejercido una influencia definitiva sobre el entorno, el medio ambiente y la naturaleza. Dicha influencia no siempre ha sido para bien si entendemos por ello que nuestras acciones han terminado repercutiendo en nuestra contra en ciertas ocasiones. La contaminación de los suelos y de la atmósfera, la escasez de agua en ciertas zonas del planeta o el incremento de la temperatura, son algunos ejemplos. Yuval Noah Harari, en su exitoso ensayo “Sapiens”, recuerda que la aparición de la agricultura es un fenómeno que podemos datar hace unos 10.000 años, pero que no surgió en un único punto de la Tierra, sino en varias zonas de la misma, de forma simultánea. ¿Por qué? Según él, porque no todas las plantas podían dominarse; solo algunas, como el trigo (Oriente Medio), el arroz (Asia) y las patatas (América) demostraron ser adaptables, controlables y muy productivas. En palabras de Noah Harari, “fueron estas plantas las que domesticaron al Homo sapiens, y no al revés”.

Fuera o no así, la gestión de estos cultivos pioneros se benefició de la creatividad humana. Con ella, llegaron en los siglos posteriores una serie de saltos adelante propiciados por la tecnología adaptada a la agricultura. La introducción de los sistemas de regadío, el arado, la rotación de las tierras o el uso de fertilizantes (abonos primero y formulaciones de laboratorio después) fueron clave para aumentar la capacidad de los suelos para producir alimentos en grandes cantidades y, con ello, propiciar un crecimiento de la población mundial imparable. Si vinculamos productividad, alimentación y salud, resulta difícil argumentar que la tecnología haya influido de forma negativa en las personas. De hecho, la esperanza de vida al nacer en el mundo era de 52 años en 1960, según datos del Banco Mundial. En 2019, era de casi 73 años. No ha sido ninguna casualidad, por supuesto.

Hacia una productividad natural

A pesar de todo ello, las formas de producción agrícola intensivas y basadas en la aplicación de insumos de síntesis química no ha traído solo beneficios a largo plazo. También son las responsables de un deterioro de los suelos. Han requerido de sistemas de riego poco sostenibles y han utilizado fertilizantes y plaguicidas de síntesis química, eficaces y asequibles pero peligrosos por generar residuos sintéticos que se acumulan en los frutos y en el suelo, poniendo en riesgo la salud de las personas, el equilibrio de los ecosistemas y la capacidad de los terrenos para regenerarse. Tratar de revertir esta deriva y encontrar soluciones que corrijan los errores del pasado es lo que ha llevado a la aparición de la agricultura ecológica y orgánica. Nosotros, sin embargo, apostamos por las soluciones biológicas y naturales que, en vez de representar una vuelta a métodos artesanales de producción, aprovechan los avances de la tecnología respetando los límites de la naturaleza para conjugar sostenibilidad con productividad y rentabilidad.

Desde el punto de vista de Kimitec, ni podemos seguir apoyándonos en las soluciones de síntesis química ni debemos estancarnos en cuanto a la aplicación de avances técnicos. Con nuestra propuesta ponemos sobre la mesa una vía alternativa y eficaz. Se trata de conocer la naturaleza a través del análisis y de la aplicación de compuestos naturales provenientes de plantas, microorganismos y microalgas para industrializar ese conocimiento. Desde nuestra experiencia, sí es posible proporcionar insumos naturales tan eficaces o más que los de síntesis química, asegurando una productividad respetuosa con el medioambiente, con la salud de las personas y sostenible a largo plazo.

La productividad natural, por lo tanto, no está peleada con la tecnología. Al contrario. Pone la tecnología en valor sin perder de vista las necesidades de los seres humanos ni el mantenimiento de la microbiota del suelo. Al igual que la microbiota del estómago está relacionada con la salud de las personas, la microbiota del suelo tiene que ver con la salud de las plantas, haciendo que ambas tengan una relación directa y fundamental con nuestro bienestar y el respeto con el medioambiente.

Tecnología al servicio de la agricultura

De hecho, estamos entrando en una etapa en la que la combinación de los insumos biológicos con los últimos avances tecnológicos está ayudando a revertir dinámicas no sostenibles al tiempo que contribuye al mantenimiento de la biodiversidad, respetando la singularidad de terrenos, clima y ecosistemas.

Recopilemos algunos de esos avances. Por una parte, la digitalización de la práctica agrícola está ayudando a mejorar la gestión de los recursos. El uso de drones, por ejemplo, permite desde la identificación de zonas de cultivo con necesidades específicas hasta la siembra de precisión o la aplicación milimétrica de plaguicidas. Las soluciones informáticas también están permitiendo desarrollar sistemas de riego inteligente capaces de gestionar los recursos hídricos con la máxima eficiencia. ¿De qué manera? Aplicando tiempos de riego exactos, presión precisa en los cabezales de aspersión e incluso sistemas de medición de la humedad que optimizan el uso del agua como no lo haría ni siquiera la lluvia.

Pero aún podemos ir más allá. La productividad natural no es solo tecnología digital, sino sentido común, como el derivado de la reincorporación de restos de poda al suelo o el aprovechamiento de los restos de cosechas para mejorar los cultivos. Existen también compañías que producen y distribuyen insectos auxiliares, que en determinados ecosistemas contribuyen a mantener a raya a otros insectos perjudiciales para los cultivos, sin desequilibrar el entorno. Abejorros, ácaros o arañas entran en ese cóctel fascinante. Las cubiertas vegetales son otro avance sencillo y tremendamente beneficioso. Se trata de evitar el arado y los herbicidas en las plantaciones de árboles frutales y otras especies vegetales que ayudan, de manera natural, a proporcionar fertilidad, mejorar la retención del agua e incluso favorecer la biodiversidad al atraer especies beneficiosas.

Nada de lo anterior sería posible sin la observación de la naturaleza y de los vínculos que se establecen entre los protagonistas orgánicos que la habitan. En todo ello entra en juego la mano del hombre y no para alterar los ciclos de la naturaleza, sino para actuar a su favor y en el de todos.

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