¿Para qué necesita EE.UU. un Farm to Fork si tiene una cuchara?

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Podemos representar casi todas las situaciones de forma dual. Es lo que hacemos cuando decimos aquello de “hay dos tipos de personas”. Si lo aplicamos a situaciones y no a personas, también funciona. Pongo un ejemplo: hay dos formas de abordar un viaje desde el punto de vista de la seguridad. Una es considerar qué medio es el más fiable para desplazarse. ¿Coche, tren, bicicleta? La solución correcta es el avión, con un accidente grave por cada 2,4 millones de vuelos. La otra es no viajar. Es la única manera de asegurarse un riesgo cero. Si no quieres que te pase nada, quédate en casa. Si no quieres arriesgarte, pon limitaciones. Si no quieres que las cosas sucedan, pon trabas. Tengo la sensación de que esto es lo que está pasando con el European Green Deal y el papel de los biopesticidas de origen biológico.

Siguiendo con los planteamientos duales, podríamos decir que hay dos formas de hacer las cosas: a la americana y a la europea. Me duele que sea así, pero tendemos a afrontar los retos y las situaciones de crisis de manera muy diferente a un lado y a otro del Atlántico, y no suele ser para bien. Con el reto de la descarbonización, la apuesta por las energías limpias y el impulso de formas de producción de alimentos más saludables está sucediendo lo mismo. Una vez más.

Recapitulo para que se entienda de qué estoy hablando. Para ello, tengo que irme a la crisis financiera mundial de 2008 y el impacto que supuso en los bolsillos de todo el planeta. Entonces fue la primera vez en que se identificó el mundo de la economía “verde” como la vía de salida y recuperación más viable de cara al futuro. A semejanza del New Deal que en los años 30 puso en marcha el presidente estadounidense Franklin D. Rooselvelt para intervenir los mercados y estimular la economía, en 2008 vimos otro New Deal americano que apostaba por nuevos mecanismos de control, impuestos e inversión que ponían al mundo de las energías renovables como garantía de futuro, recuperación y, ojo, mejora del medioambiente. La crisis no podía ser un obstáculo para prevenir el calentamiento global.

Aquella propuesta hablaba de crear miles de puestos de trabajo en proyectos verdes mediante inversiones con valor ecológico, premiando el uso responsable de la energía y los recursos naturales. Esto fue la semilla de lo que pasó a ser el Green New Deal en Estados Unidos y su contraparte en nuestro continente: el European Green Deal. Se parecen en el nombre y en los objetivos, pero en las formas hay una distancia. Ya decía al principio que hay dos maneras de hacer las cosas. Vamos a ver cuál es cuál.

Green New Deal vs European Green Deal

En Estados Unidos, la intervención del Estado no se hace mediante medidas restrictivas, sino expansivas. Se basa en dar ayudas directas a quienes cumplen con los principios que se quieren incentivar, pero no se establecen barreras al mercado. La Unión Europea, por el contrario, tiende a cierto paternalismo. Las ayudas se condicionan a vigilar con lupa y buscar garantías. Las garantías absolutas no existen y, cuanto mayor es el grado de seguridad que se busca, más tiempo se necesita para contar con el visto bueno de las autoridades. ¿Recuerdas lo que decía al principio? Si quieres seguridad, quédate en casa y no hagas nada. Pues eso es lo que nos sucede.

El Green New Deal estadounidense se acaba de activar con la Administración Biden. La Build Green Infraestructure and Jobs Act, presentada en marzo, marca unos objetivos cuantitativos muy claros para desplegar un modelo energético sostenible y radicalmente innovador a caballo de las energías limpias. Entre otras cosas, esperan crear 1 millón de puestos de trabajo, reducir las emisiones de CO2 en 21,5 millones de toneladas y ahorrar unos 1.000 millones de dólares en gasto sanitario. Si el medioambiente y la alimentación son más sanos, habrá menos personas enfermas. Parece lógico. ¿Y qué dicen de las empresas que, como Kimitec, trabajamos en el mercado de los productos biológicos, sin compuestos de síntesis química? Que estamos en la senda correcta y que somos parte de la solución. Pero para nosotros no regulan nada nuevo, porque la EPA (la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU.) ya dispone de una normativa específica para aprobar el uso de biopesticidas y fertilizantes biológicos que tiene en cuenta su origen y su ausencia de residuos tóxicos para el medioambiente y las personas.

En Europa, mientras tanto, la rama agroalimentaria de todo este movimiento es lo que se conoce como Estrategia Farm to Fork (algo así como “de la granja a la mesa”). En la línea de lo que está activando Estados Unidos, Farm to Fork busca reducir a la mitad el uso de los plaguicidas químicos y peligrosos de aquí a 2030. También persigue disminuir en un 20% el empleo de fertilizantes y potenciar la alimentación saludable y la bioeconomía invirtiendo 10.000 millones de euros en el marco del programa de I+D Horizonte Europa. Fantástico, pero… Porque hay un pero muy gordo. Farm to Fork plantea desincentivar los productos agroalimentarios de síntesis química, pero no habilita un marco regulatorio específico para la alternativa, que somos los biológicos. Como sucedía en aquel chiste en que el cliente pide al camarero que pruebe la sopa, el problema no era la sopa, sino que no había cuchara. Pues aquí no hay una regulación que penalice la síntesis química y potencie los fitosanitarios de origen biológico.

Productos iguales, regulaciones distintas

En Europa regulamos estos productos por un reglamento del año 2009, y ahí seguimos. Es el responsable de determinar las sustancias activas válidas para el cultivo, entre otras cosas. Dicho reglamento nos obliga a caminar a todos por el mismo sendero, con los mismos plazos de aprobación, seas de síntesis química o no. Se estima que la media de tiempo para aprobar un nuevo producto es de cinco años, pero puede ser más. ¿De verdad que así vamos a solucionar los problemas del campo? ¿De verdad que lo que necesitan los agricultores es cultivar sin soluciones que les permitan producir de forma competitiva y saludable?

Quizás el origen de esta situación paradójica sea el papel que los grupos de presión ejercen en cada zona. El caso es que EEUU tiene su propia regulación específica para los productos biológicos. De éstos, se entiende que, por su origen, éstos reúnen unas características, por definición que les eximen de ciertas pruebas a los que los productos de síntesis química están sometidos.

No estamos para bromas ni tenemos tiempo para ello. La cuestión no es establecer una competición bajo la bandera de la seguridad. No creo que a Estados Unidos le haga falta un Farm to Fork. Más bien, es a Europa a la que le hace falta despejar caminos para alcanzar, de verdad, el objetivo de una cadena de producción alimentaria más saludable y beneficiosa para el planeta apoyando con medidas que faciliten la transición. Eso sí, hay que tener voluntad y habilitar los mecanismos para ello.

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