Hacia el fin de los residuos químicos en el campo

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Desde hace algunos años, el concepto de agricultura biológica se va abriendo paso no solo entre los productores, sino también entre los consumidores. Más allá de ser un modelo de cultivo que prescinde de productos artificiales o de síntesis química es, en palabras de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), un sistema de gestión del ecosistema que tiene en cuenta las posibles repercusiones ambientales y sociales eliminando la utilización de insumos, como fertilizantes y plaguicidas sintéticos, medicamentos veterinarios, semillas y especies modificadas genéticamente, conservadores, aditivos e irradiación”. Si esto es así es porque los efectos de algunos de los productos utilizados en el último siglo en este campo se han demostrado nocivos para la salud humana, para el ganado, las propias plantas y el medio ambiente en general. La vuelta a lo orgánico, a lo natural, es la solución evidente.

¿Cómo hemos llegado a este punto de inflexión? Durante mucho tiempo, la industria dedicada a la generación de soluciones para la mejora de la productividad agrícola buscó optimizar la relación entre superficie y cantidad. Lo importante no era lograr frutas o verduras de calidad, sanas y saludables, sino lograr cosechas abundantes y repetirlas el máximo número de veces.

Para ello, los fertilizantes, los herbicidas y los pesticidas químicos conformaron una triada eficaz basada, sin embargo, en un concepto generalista del suelo y del comportamiento de la planta. Nutrientes como el nitrógeno o el fósforo se convirtieron en habituales de los compuestos utilizados para abonar los suelos o combatir plagas. En muchos casos, se tardó en ver las consecuencias que algunos de estos productos podían provocar.

El nitrógeno y el fósforo se convirtieron en habituales de los compuestos utilizados para abonar los suelos

Contaminación química

Así, los nitratos, por ejemplo, han sido uno de los principales elementos contaminantes de los acuíferos subterráneos, al pasar fácilmente a ellos desde el suelo. Algo similar sucede con los fosfatos que, además de provocar la eutrofización de aguas dulces, su contenido en un metal pesado, el cadmio, puede originar problemas de salud en los humanos. Estos son de fácil absorción por parte de las plantas y, en casos como los frutos secos o la soja, se concentran en ellas. Todo ello supone que, además de las implicaciones medioambientales, que se traducen en fenómenos como la lluvia ácida y la contaminación química del ecosistema, nos encontramos con potenciales efectos sobre la salud humana por el desarrollo de ciertos tipos de cáncer.

El manejo de productos químicos agrícolas exige pensar en prevención. Eso supone dar información a quienes los administran, limpiar bien los lugares afectados por contaminantes o evaluar bien su presencia en el entorno, entre otras medidas. Pero volvemos al inicio, porque hay una vía alternativa: la biológica y natural.

Si sustituimos los fertilizantes y pesticidas de síntesis por productos biológicos, como prebióticos y probióticos, empleando para ello no soluciones genéricas, sino adaptadas a las circunstancias bioclimáticas de cada cultivo, podemos eliminar riesgos.

Es cierto que el gran enemigo de este cambio ha sido, durante mucho tiempo, de índole económica: la productividad. Los cultivos orgánicos suponían más mano de obra y más superficie disponible para generar los mismos volúmenes de producción que cultivos no orgánicos. Eso afectaba, además, a los costes. Por eso aún encontramos que aquello procedente de agricultura ecológica sigue siendo más caro. Sin embargo, las soluciones que desarrollamos desde la industria biotecnológica, como es el caso de Kimitec, están permitiendo equilibrar el escenario.

Es posible, con soluciones naturales, lograr una producción elevada y obteniendo frutas y verduras de alta calidad y sabor

Ahora ya es posible, con soluciones naturales sin riesgo de contaminación ni de activación de procesos peligrosos para la salud, lograr una producción elevada obteniendo frutas y verduras de alta calidad y sabor. Estamos entrando en una etapa en la que la investigación científica pone a nuestro alcance soluciones que satisfacen las necesidades de toda la cadena de consumo. Y eso, en un escenario en el que debemos responder a la emergencia medioambiental a la que se enfrenta el planeta, es más urgente que nunca.

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